Pedro Luis Uriarte (*), Publicado en Deia, Noticias de Gipuzkoa, Noticias de Álava y Diario de Noticias de Navarra
El pasado 8 de Marzo del 2010, Día de la Mujer, Kathryn Bigelow ganó el Oscar a la mejor directora. La noticia no está en el premio, sino en el hecho de que en un arte protagonizado por muchas mujeres de gran talento, ésta es la primera que logra tal distinción. Y, para conseguirla, ha tenido que pasar más de un siglo desde el 28 de Diciembre de 1895, día en que los hermanos Lumière reflejaron, en su primera película, la salida de los obreros de una fábrica de Lyon.
Hace ahora 99 años, unas obreras de Nueva York no tuvieron tanta suerte. El 25 de Marzo de 1911, en la Triangle Shirtwaist Factory murieron 147 mujeres abrasadas. Nadie pudo filmar su salida con vida, pero los noticiarios, que ya se proyectaban en las numerosas salas de cine existentes en el mundo, recogieron aquel hecho.
Este trágico suceso se había producido menos de una semana después de que se celebrara en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, por primera vez, el 19 de Marzo de 1911, el Día Internacional de la Mujer, con mítines a los que asistieron más de un millón de personas, que exigieron para las mujeres derechos que hoy nos parecen evidentes: el de voto, el de ocupar cargos públicos y los de trabajo, formación profesional y no discriminación laboral.
La conjunción de un incipiente movimiento reivindicativo y de un hecho dramático, avivaron muchas conciencias y permitieron establecer un día al año dedicado a reflexionar sobre la situación de la mujer. Como estamos hablando de un único día, venimos empleando sólo el 0.27% del tiempo anual para concienciarnos de esa situación, lo cual quiere decir que nuestra mente dedica a reflexionar y conmemorar otros asuntos el 99.73% del año, a pesar de que estamos ante una cuestión clave.
No es la única. nuestro Mundo tiene hoy una elevadísima capacidad para generar ciencia, investigación tecnología e innovación, y gracias a ello se ha logrado un nivel de conocimiento masivo, nunca alcanzado por la Humanidad. A pesar de ello, es increíble, e inaceptable, que no se hayan resuelto, todavía, cuatro graves problemas que arrastra el género humano, de distinta naturaleza y calado: la pobreza, la desigualdad en el reparto de la renta generada, el desarrollo humano insuficiente y last but not least, la desigualdad de género, un gran desafío global en el que quiero centrarme en éste y sucesivos artículos.
En ellos, voy a poner el acento en que la importancia de ese "cuarto desafío global" es innegable, pero no sólo desde una perspectiva ética, social o jurídica, sino sobre todo económica, porque esa desigualdad, no sólo afecta a un inmenso colectivo de personas, sino que además, y por ello, limita y condiciona el crecimiento económico global (y, por supuesto, el europeo, el español y el vasco).
Porque, hasta hoy, la aportación de las mujeres a la economía mundial (y, por supuesto, a otra realidad más próxima a nosotros, la economía vasca) no ha podido ser la que le correspondería, en términos de sus propias capacidades como persona. Y eso representa una enorme oportunidad de crecimiento no utilizada.
Es cierto, sin embargo, que, tras miles de años de historia, el Siglo XX, alumbró un singular fenómeno de innovación social, el inicio del despegue de las mujeres, un gigantesco grupo humano hasta entonces cuasi "inexistente", desde una perspectiva económica, social y política.
Pero, hoy impera, todavía, la desigualdad, porque aunque en el pasado siglo la situación de la mujer ha mejorado mucho en comparación con todos los anteriores, no se ha alcanzado todavía una situación de igualdad real y efectiva para las 3.383 millones de mujeres que pueblan nuestro mundo.
Valgan unas referencias, muy gráficas, para visualizar lo que se ha avanzado: mi abuela no podía abrir una cuenta corriente en un banco; mi mujer necesitaba mi autorización para utilizarla, cuando me casé con ella; hoy ella disfruta de la "igualdad financiera" a nivel individual..., pero todavía no hay ninguna mujer que sea Presidenta de uno de los 27 bancos centrales de los países de la UE (ni de los de USA, Japón, Canadá, Suiza, Noruega, etc.). Y estoy seguro de que nadie me puede decir tres nombres de mujeres que sean Presidenta, Consejera Delegada o Directora General en el sistema financiero español.
Por tanto, la mujer no ha podido, todavía desplegar todo su talento. Como estamos hablando de esos 3.383 millones de personas (es decir, de 2,55 veces la población total china, 74 veces la española o 1.550 veces la de Euskadi), las consecuencias sociales, pero sobre todo económicas, de esta falta de igualdad, en el acceso al trabajo, en la retribución y en el desarrollo de la actividad profesional son muy importantes.
Pues bien, esto debe cambiar, va a cambiar, en el siglo XXI, en el que estoy seguro de que las mujeres podrán, al fin, realizar una aportación acorde con sus grandes capacidades, idénticas en conjunto a las del hombre. Superar el cuarto desafío global supondrá un significativo paso adelante para toda la Humanidad. Y también para Euskadi.
(*) Presidente de Economía, Empresa y Sociedad
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